domingo, 22 de febrero de 2015

Breve ensayo sobre el arte contemporáneo


Lo contemporáneo del arte o el arte de lo contemporáneo

Después de la muerte del arte y del fin de la historia, lo que aparentemente queda es una especie de condición imposible para el arte actual: no existe una dfinición posible para lo que este pueda ser, ni siquiera hay un consenso sobre las características que diversas prácticas puedan tener en común o cumplir para ser llamadas arte. Lo que queda es precisamente eso: una serie de prácticas diversas que luchan todas por ser consideradas como artísticas dentro de un sistema muy bien estructurado que, a pesar de ello, no está estructurado a partir de una cierta ontología o ideología específicas de lo que el arte es; está estructurado a partir de los mismos criterios con que está estructurado todo el ámbito sociopolítico y económico de la cultura contemporánea: el mercado. Mucho se ha escrito en los últimos años sobre el desarrollo de la economía de mercado y su influencia en todas las áreas de la experiencia humana (por lo menos en los países y lugares en donde lo global es una forzada realidad), y el medio del arte no es la excepción. Desde las primeras décadas del siglo XX, autores como Benjamin y Adorno mostraron cómo el capital ha subsumido bajo su control todas las esferas de la producción humana, tanto la propiamente económica como la producción simbólica de la actividad artística y cultural. Esa es la crítica política que Badiou hace a la obra artística contemporánea, la de operar económicamente de la misma manera que cualquier mercancía. El arte contemporáneo es la cultura del signo atravezada por el capital.

Otra cuestión importante en la problemática de lo contemporáneo es lo referente al tiempo: en el mejor de los casos se habla de una nueva temporalidad, una temporalidad que se inaugura después del fin de la historia y por lo tanto está fuera de la historia, de cualquier historia. En el peor de los casos, se habla de múltiples temporalidades que conviven dialécticamente en la actualidad, donde la recuperación de modelos anteriores o pasados aún encuentra su lugar junto a prácticas inéditas que inauguran y auguran nuevos derroteros para el arte, de no ser porque aún ellas mismas no pueden ocultar su moderna genealogía. De esta manera, lo contemporáneo lucha por ubicarse en el tiempo más allá de la modernidad y la posmodernidad y más acá de cualquier futurismo demasiado optimista o escatológico. Lo contemporáneo es aquello que está en medio del tiempo o, como ya se dijo, fuera del tiempo. Está fuera del tiempo diacrónico que marcó la linealidad de la Historia; sería heterocrónico como propone Nicolás Borriaud: una serie de temporalidades que, en todo caso, inauguran una “nueva modernidad”, una “Alteromodernidad”. Salvo que, como apunta James Meyer, dicha “otra modernidad” se da supuestamante como contrapunto a la aceptación formal del pathos modernista por lo nuevo que marca a la posmodernidad, como el olvido de ese pathos y, sin embargo, lo contemporáneo no es sino una repetición más de ese “sueño modernista”, de esa ilusión de poder flotar nuevamente libre de toda determinación histórica. Bourriaud no desdeña ese afán modernista por lo nuevo, lo que desdeña es su nostalgia del mismo.

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