sábado, 16 de mayo de 2015

William Kentridge / What will come (has already come)



William Kentridge / What will come (has already come)

I’m interested in machines that make you aware of the process of
seeing and aware of what you do when you construct the world by looking.
This is interesting in itself, but more as a broad-based metaphor
for how we understand the world.” —William Kentridge

Observando la obra What will come pienso en los programas y películas de ciencia-ficción que veíamos en la televisión hace unas tres o cuatro décadas, en los que los efectos especiales eran producidos con recursos muy básicos y baratos. También me recuerda a ciertos espectáculos de feria, en los que a partir de ciertos trucos con animales ficticios hacían que los niños nos asombráramos con esos supuestos fenómenos de la naturaleza.
La obra tiene por lo tanto un cierto aire futurista y apocalíptico, un cierto misterio existencialista que se refuerza con la aparición y desaparición de diversas figuras de animales, cabezas antropomórficas y algunas otras figuras y objetos, los que al girar alrededor del tubo metálico generan un sentimiento de ansiedad. La música complementa el aire de feria o carrusel que el movimiento circular de la estructura refuerza aún más y nos hace pensar en un raro y misterioso espectáculo de terror.
La pieza que vemos es una instalación-filme realizada a partir de animaciones hechas con dibujos al carbón y la antigua técnica de la anamórfosis, en la que diversas imágenes deformes se reflejan en un cilindro metálico que les otorga o restituye sus originales o “correctas” proporciones1. Aparte del movimiento que las animaciones generan, toda la estructura del cilindro vertical colocado sobre la base circular donde aparecen y desaparecen los dibujos gira constantemente. Este movimiento es el que da a la obra el aire de un tiovivo o carrusel en el que suben y bajan los animales y personajes del filme. El blanco y negro del filme le da a las imágenes un carácter “viejo” o antiguo que recuerda los primeros filmes de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, al viejo cine de ilusión o cine de atracciones. La obra hace por ello una cierta referencia al trabajo de Georges Meliés, el famoso cineasta francés precursor del cine de ciencia-ficción, y quien fuera uno de los primeros cineastas en utilizar múltiples exposiciones, la fotografía en lapso de tiempo, las disoluciones de imágenes y los fotogramas coloreados a mano. Gracias a su habilidad para manipular y transformar la realidad a través de la cinematografía es recordado como un “mago” del cine. Como dice la cita de Kendridge al principio: la obra es “una máquina que te hace consciente de los procesos de ver y consciente de lo que haces cuando construyes el mundo al mirarlo”.
Las referencias del cine de atracción, los espectáculos de feria y los programas y películas de ciencia-ficción se suman a una cierta conexión con los dibujos y grabados de Goya, específicamente a sus famosas series de los caprichos y disparates. La utilización de esa imaginería entre grotesca y apocalíptica me genera también una sensación de estar viendo una serie de experimentos de algún científico loco sacado de una película del Santo o de algún viejo capítulo de la vieja serie de terror gringo llamada acertadamente y simplemente “BOO”.
Todas estas referencias no me hacen sino pensar en que estoy percibiendo, en tanto “obra de arte”, una pieza de un carácter crítico de la realidad humana, una obra cuyo objetivo es mostrar (la palabra monstruo viene de la misma raíz que mostrar) los oscuros lados de la condición humana, los “feaks” que queremos ocultar pero que no podemos dejar de ver. En tanto aparato o máquina visual, la obra es una mezcla de artefacto mágico-científico que pretende conservar la fe y ilusión (como deseo y como engaño visual) que aún tenemos en el progreso humano y que hemos depositado en la ciencia, aún a pesar de todos los desatinos, los errores y los monstruos que ella nos ha traído. Con el recurso a la anamórfosis y a la animación tipo cinetoscopio, Kentridge parece decirnos que nuestra experiencia del mundo no es sino una percepción fragmentada y deforme que tenemos que corregir y completar de alguna manera, para poder así construir una versión más congruente del mismo. El problema es que en ese completar y compensar nuestras propias deformaciones perceptuales y vivenciales corremos el riesgo de introducir ciertas otras anomalias que, a fin de cuentas, pueden resultar más deformes y monstruosas que las que queríamos compensar. Los sueños de la razón producen monstruos nos recuerda William Kentridge.


1 La anamórfosis es una proyección en perspectiva distorsionada que requiere por parte del espectador el uso de dispositivos especiales o situarse en un punto de vista específico para reconstituir la imagen. Es decir, es una proyección distorsionada o la representación de una imagen sobre una superficie plana o curva, que, cuando se ve desde un cierto punto, por ejemplo, reflejada desde un espejo curvo o a través de un poliedro, parece regular.La palabra “anamorfosisse deriva del prefijo griego ana, es decir, inversión, y la palabra morphe, que significa forma.

Georges Meliés / Viaje a la luna

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